Siempre, después de mirar cascadas del color
del odio caer ante mis ojos, y debilitar no solo mis fuerzas y brazos, sino
también mi alma, suelo recostarme sobre mi gran amiga, la almohada, sé que ella
me abraza, me consuela y no me juzga por lo que hago, por eso voy con ella. Le
cuento en voz baja el porqué de mi sufrimiento, siempre la misma razón, ella.
La que se roba mis pensamientos, la que está en todos mis sueños, la que mi
alma anhela, la que mi corazón desea. Ella me dice que mañana tal vez algo cambie,
freno la naciente quebrada del río interminable, cierro mis ojos, y despierto
en otro lugar del que me acosté, se perfectamente lo que es, es perfecto. Veo
una silueta, es ella, la chica que se robó mi corazón, me mira con sus
majestuosos ojos café oscuro, esos ojos que me enamoran, y que jamás, ni en la
oscuridad, cesan de brillar. Sonríe como suele hacer cuando no me dirige la
palabra, su cabello negro lacio cubre uno de sus ojos, el derecho, agacha un
poco su rostro y me mira sólo con su ojo descubierto, oscuro, bello, perfecto.
Una leve sonrisa sale nuevamente de su rostro, ¿es a mí?, si, es a mí, me
acerco a ella, la abrazo fuertemente, como…. Como si no la volviera a ver nunca más. Ella también me abraza, sus
brazo cubren mi espalda, aferrándose a mi y yo a ella. No reconozco el lugar
donde nos encontramos, creo que es un parque, no es un lugar cerrado, es
amplio; ella se sienta sobre el prado y recoge sus piernas y moviendo el cabello
de su rostro, me invita a sentarme a su lado. (Disculpa, mientras escribía
eso lo pensaba, es tan hermoso y tan irreal que lloré, lamento interrumpir tu
lectura).
Me siento junto a ella, me recuesto con un brazo atrás en mi
cabeza sobre la hierba, y empezamos a platicar, le digo lo que siempre le digo
en esos encuentros, que la amo, que es la chica que quisiera tener junto a mí
el resto de mis días. Beso su mano y ella mira hacia el horizonte, está
atardeciendo, el cielo naranja nos indica un hermoso ocaso cercano. Voltea su
mirada hacia mi, una lágrima recorre toda mi mejilla y cae sobre el prado, ella
suelta una sonrisa tímida y sincera, se recuesta junto a mi, limpia con su
delicada mano el rastro que ha dejado la lágrima, besa mi mejilla tierna y lentamente
y me dice al oído: “No llores”; bajo la mirada respondiéndole: “¿Que no llore?
Sabes tanto como yo lo que es esto”. “Tal vez… Algún día…” dice ella en voz muy
baja, “Es lo que siempre respondes” le digo yo, con voz quebrantada, su brazo
recorre mi pecho, me abraza sobre el prado, cabizbaja, coloca su cabeza sobre
mi pecho, la luna está en su éxtasis, es luna nueva. Ella mira la luna y me
dice: “Ya es tiempo…”, con amor, suspiro y acaricio su pelo, respondiéndole:
“Shh… por favor, no hables…” miro hacia el cielo, veo las estrellas, sonrío
y….. Despierto.
Es otro día más, mi sueño aún me conforta, me acerco a la
ventana de mi habitación y la abro, miro al cielo y, como siempre, le digo
buenos días a mi princesa, a la doncella de mi alma. Y mientras mi alegría se
convierte en tristeza al aceptar la realidad de que no la tengo, sonrío
amargamente, cierro la ventana.
Solo te pido que
mañana por la noche, dormido me des la oportunidad…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario